9 de Noviembre de 2015. 24 años después, te regalo esta carta, Papá.

“La muerte es una quimera, pues cuando yo estoy, ella no está; y cuando ella está, yo no.”

Epicuro hace siglos reflexionó sobre la muerte. Todos los filósofos la trataron. Podríamos decir que todos somos filósofos; todos la tratamos en algún momento, de alguna manera.

El 9 de Noviembre de 1991 la traté. No me aviso. A nadie nos aviso. La traté en persona, no la mía, la de mi padre.

Perder un familiar, a un ser querido, animal incluído, forma parte de la vida. Nos pasa a todos. Una de esas leyes como que uno más uno son dos. Una ley que se cumple sí ó sí.

Me he animado, como persona que trabaja en el escenario del crecimiento personal, a mostrar esta carta, este regalo lleno de significado, a todos. A compartirla. Un acompañante de vida, de procesos que se dan en vida, también trata la muerte, normalmente la de los otros, los que se van. ¿Dónde?. No lo sé. Sólo sé que dentro de mi, seguro.

La muerte es un tema que pertenece a la vida y como tal debe ser tratada, mucho más de lo que se trata en la actualidad. Así que la reflexión que os comparto, íntima, particular, bella no quede en mi. Os animo a construir vuestra carta, vuestro gesto, vuestro regalo a un ser querido que ya no nos acompaña. Probarlo. Conecta mucho a la vida, a la persona, a las emociones, a uno mismo. Así que la carta que os quiero compartir empieza así…

 

Papá,

Hoy es 9 de noviembre de 2015.

24 años hace que no te veo, me parecen muchos. Me parece ayer.

He crecido. Me siento un hombre. De esos que trabajan y se esfuerzan por seguir avanzando. Dicen que me parezco a ti aunque mamá me matiza y dice que su parte, está en mi. Claro. Y me alegro de parecerme a los dos y ser yo mismo. Todo hijo se plantea en algún momento los parecidos con sus padres y no hacen mal. Es sanísimo mirar a ambos lados del Presente y cuando miramos al pasado, a lo que nos precede, vemos un espejo con reflejos de nosotros.

Es curioso. he oído hablar más de ti que charlas he tenido contigo. Cada persona me ha ofrecido un trocito de tí. Lo he pedido yo, con los años. No creo que la muerte prohiba conocer a alguien. Con los años, me he acercado a ti.

Sé que lo entiendes. Tenía 15 años, muy pocos para gestionar una experiencia vital como esta. Creciendo, he podido observar a mi gente, amigos, conocidos, compañeros, alumnos, cómo han vivido ellos la muerte de su padre o madre. Cada vez que sucede esta experiencia, me hago más fuerte y más frágil. A la vez. Soy de los que creen que muchas experiencias no deberían explicarse con palabras. Y ésta es una de ellas. Noto fortaleza por como he gestionado este hecho, tu muerte, tu ausencia y me siento satisfecho. Y satisfecho por mamá y mi hermana. Hemos seguido, mucho. Hemos acertado y fallado pero nunca, nunca, nos hemos ausentado. Y me siento frágil porque al contemplar al otro, la muerte del otro vivida por un amigo, te remueve, te hace vulnerable, revive en ti muchas de las emociones que ha de vivir este amigo y siente tristeza, fragilidad, humanidad, empatía.

Pero debes sonreír. Mucho. La vida que nos compartiste ha servido de mucho. Tus hijos caminan, joder si caminan. Corren a veces, nos han de parar. Que unos padres, duren lo que duren, ofrezcan amor, calidez, educación, valores…no tiene precio. Lástima de pocos años compartidos, pero suficientes para sentirte. Más que suficientes.

Ha cambiado mucho la vida des de que nos dejaste. Todo va más rápido. Todo. Nos atragantamos. A veces, cuando hablo con Tía Rosita, nos reímos cuando decimos que si levantarais cabeza, os volvíais directo al hoyo.

Pero no te preocupes. He ido formando un carácter y una personalidad basada en la superación. Un día, acepté que los obstáculos existen. Duelen, algunos muchos y generan cicatrices pero un día también descubrí la fortaleza de mi actitud, de seguir, aprender, mejorar, transformar el dolor en reto, en huella pisada, dejada que no borrada.

Y a veces, cuando miro al suelo, siento que piso por donde tu caminaste. Y me siento satisfecho, seguro, en paz.

Papá. Nunca te has ído. Lo sé.

Cuesta comunicarse con nuestra parte más íntima, cuesta, pero se consigue. Y cuando aprendí, me conecté a tí. A veces, miro el horizonte cuando voy a una playa y dejo la mente en blanco. Claro que siento la melancolía, no puedo engañar a nadie, pero también muestro mi fuerza en el HOY y en el MAÑANA.

Gracias por darme un trocito de vida. Intento cuidarla, siento que debo valorarla. Vivir es la aventura más fascinante que existe y aún así, hay gente que se mata por ir a Marte a vivir y pagar millonadas.

Papá, te recuerdo, te tengo en mí, estás con nosotros. Sonríe. Todo va bien.

Te espero, como cada día, en mi interior.

Tu hijo.

 

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